jueves, 20 de junio de 2013

Zapping por los canales de la mente

Simone Lueck, de la serie 'Cuba TV' (2011).

No miro la tele, está encendida como si de otro familiar, plantado en el salón, se tratara: los tertulianos del debate nocturno en el canal público, ya los conozco de tanto verlos. «Familiaridad», trampa de lo cotidiano. Esto no es un poema porque está escrito en prosa. ¿Por estar escrito en prosa? ¿Por qué? Esto no es un poema por respeto a la poesía.

Tengo mucho que decir, pero me duele la cabeza desde el atardecer. Ayer nos pidieron la documentación para pagar con tarjeta porque el pin “no era suficiente”. Una cajera con ganas de joder. Y no me refiero a follar. Una cajera de supermercado a menos de media hora del cierre es una espina buscando un trozo de piel, para encajarse y doler, superficialmente, pero ella quiere que sangres. Una cajera que se quiere vengar de ti porque tú no eres ella. Porque tú no tienes que estar a las 21 menos veinte cobrando comida ajena. Una cajera que te pide el documento de identidad como si fuera un policía, y como se te ha quedado en casa porque jamás te lo pidieron en ese supermercado, dejas la compra ahí, ahora la tendrás que recoger tú, cajera resentida. Hay más supermercados. Hoy fuimos a otro de la misma cadena, no nos pidieron el documento de identidad, pusimos el pin de la tarjeta y ya. Se imaginan lo absurdo de tener que ir con pasaporte a hacer la compra porque no tenemos DNI ni NIE. Porque somos “sin papeles”. «Espérate, que voy a viajar un momento, déjame coger el pasaporte para ir al supermercado», me decía L. con su humor ácido que tanto me hace reír. Nos reímos de la realidad porque llorarla no vale la pena, sólo se ha de llorar lo que duele de verdad. Ahorra lágrimas.

Déjenme seguir, poner una palabra tras otra aunque parezca que el edificio del texto no vaya a tomar forma. Seguiré hasta que el cursor sea más débil que yo. Todavía me quedan millones de cosas que decir y no van a estar en esta página. Página que se volverá post. Post que se volverá ¿página de libro?

Ojalá. No creo en los demás. En mí, tal vez. En mí, sí, la verdad. Los demás tendrán que dar muestras de vida para que les crea, los demás están vivos, pero al ser ajenos, distantes, es como si no (lo) estuvieran. Tengo la libertad de escribir lo que quiera. Ahora. Como si disparara una pistola en un campo de prácticas, sólo por “deporte”, no voy a matar a nadie con esta verdad. No hay una frase aquí que sea digna de enmarcar, porque se sentiría enclaustrada, pobre frase, quiere correr libre por la pradera blanca de este texto, déjenla, quiere volar por el cielo de tus ojos, déjala. 

No miro la tele, no me inspira «El informe de expertos para la reforma de pensiones», titular del debate. No tendré pensión seguramente. Tendré que tener un hijo que me ayude a sobrevivir cuando sea vieja. Tremenda ironía, traer un hijo al mundo para que te salve cuando tú no puedas. No sé. No creo. No quiero que sea así. NO.

Mi reloj biológico pita como un despertador, pero yo tengo sueño(s)... Que no cumpliré como el tiempo siga siendo una tortuga cansada. No quiero soñar tanto. Ayer soñé que se viraba el café sobre una mesa de cafetería y se escribían, solas, en arameo, unas frases raras, así, mágicamente. Y alguien gritaba: «Zeus en Jerusalén», y todos salíamos corriendo. Menos el espía. El espía entendía de qué se trataba porque sabe arameo, y se quedaba ahí, de pie. El espía es mágico y erótico. El espía no existe, es un personaje de ficción basado en una persona real. 

La presentadora se ríe en la tele y he mirado. Me ha sacado del texto con su tono risueño. La presentadora es joven y guapa. Torea a los viejos tertulianos, alguno de ellos puede que piense para sus adentros: «La han puesto ahí por guapa». Pero no lo hace tan mal. La política con una cara agradable se digiere mejor. 

La política es un alimento difícil. Los estómagos delicados casi no pueden procesarla, prefieren los vegetales: programas culturales, documentales y musicales. Los estómagos vagos prefieren la comida rápida: programas del corazón, realitys y deporte. Los estómagos indiferentes tienden a comer precocinados: telenovelas, series, películas baratas y programas de participación. Hay estómagos que comen casi de todo: ven cualquier cosa, y otros que comen fuera de casa: no ven nada, ni siquiera tienen tele.

Yo prefiero tener tele, y verla, aunque haga zapping mental, aunque me evada en pensamientos-tweets-(ir)realidad virtual, aunque a veces sólo la encienda para recordar que existe el mundo ahí afuera, y lo que (no) me gusta de él. 

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