lunes, 6 de mayo de 2013

El mundo está roto y vive en mi salón



Un día nos encontramos al mundo en la basura. Estaba bastante bien conservado, pero tenía un agujero en el círculo polar ártico, le faltaba la pieza que lo sellaba y el bombillo interior estaba fundido. Lo habían dejado bien colocado sobre el contenedor de reciclaje de papel. Como a la espera de un rescate.



Sin dudarlo nos lo llevamos. Siempre quise tener uno, en La Habana soñaba con marcar los puntos del planeta que quería visitar. Lo desmontamos para transportarlo, metimos la esfera en una bolsa plástica y llevé en la mano el mecanismo que lo sostenía. En casa fregué con detergente la bola azul y limpiamos la base. Lo volvimos a armar. Pero todavía no encontramos el bombillo sustituto. Lo tenemos sobre la estantería del salón, junto a una orquídea que nos regalaron y una lamparita blanca. Tengo ganas de verlo iluminado e iluminándonos. Pero con las ganas no basta si no aparece el bombillo adecuado.

Quería tanto conocer el mundo, pero al salir a él lo encontré demasiado inhóspito, ajeno, carente de luminosidad aunque no deje de salir el sol cada día. 

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