domingo, 4 de mayo de 2014

La soledad y el amor, los mejores amigos

Pareja mirando por la ventana. (Tumblr)

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Quizás los hijos únicos estamos mejor preparados para la soledad que el resto. Aprendimos a jugar solos, nuestro primer mejor amigo fue la imaginación. En la adolescencia, en cambio, la soledad es, mayoritariamente, un estorbo. Corremos a agruparnos, necesitamos formar parte de "la manada", tener "amigos", buscarnos en el otro, identificarnos. Ser todo lo fuerte como grupo que no logramos ser individualmente, porque nuestra personalidad (en esa época) es una semilla que apenas empieza a germinar.

La soledad puede ser tu aliada, el espejo donde contemplarte en cámara lenta, donde puedes conocerte, descubrirte, recorrerte por dentro. La soledad es el lugar para el encuentro íntimo con el yo: la libertad individual, el refugio.

Sin embargo, la soledad suele ser vista como carga, un peso enorme representado por el vacío casi siempre, por la ausencia de "otros" que en realidad puede que ni existan. Al menos no como los pensamos y/o anhelamos en ese momento.

Hay quien no soporta la soledad porque no se siente bien consigo mismo: se aburre, se halla disminuido, aislado, poca cosa. Hay quien huye de la soledad para caer en brazos de otras soledades. Y a esa dependencia le llama (erróneamente) "amor".

En cambio, el amor necesita de la soledad para liberarse del todo, para que los amantes se desnuden frente a frente y se reconozcan. El amor, para ser, tiene que estar a gusto en soledad.


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Nuestra soledad es un latin jazz muy suave que rellena dulcemente el silencio. Nuestra soledad sonríe al sol como una turista en la ciudad de nuestros cuerpos. Nuestra soledad es un búnker para protegernos del tedio exterior: ese amasijo de fotos ajenas en Facebook, campañas para salvar el medioambiente y obituarios.

Nuestra soledad se burla de vuestras quedadas grupales para tomar cerveza y hablar del tiempo. Nuestra soledad odia los tumultos, mira con desagrado las excesivas muestras de cariño en público y se aburre mortalmente en reuniones donde otras soledades cuentan cuán (poco) solas están.

Hay días en que nuestra soledad es invadida por los recuerdos: de amigos efímeros de tomar ron y soñar con el mundo, de fiestas del crepúsculo al amanecer riendo, de conversaciones como puentes a otras mentes, de aventuras compartidas que dejamos olvidadas en un callejón del tiempo. Nuestra soledad a veces siente nostalgia de cuando podía diluirse entre otras soledades, y olvidarse un rato de sí misma.

Pero la nostalgia se disuelve entre las sábanas del post-orgasmo, se la lleva la brisa que nos acaricia el rostro cuando deambulamos por parques y avenidas, cuando construimos un castillo de ideas paralelas, cuando sonreímos al cielo que nos mira querernos, cuando nuestro abrazo es casa, abrigo, patria y sentimiento. Porque estamos juntos y nos amamos, apasionada y solitariamente.Y por ahora es suficiente.

2 comentarios:

  1. Estás hablando de mi.

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  2. "Nuestra soledad es un latin jazz muy suave que rellena dulcemente el silencio" Increíble, Lien.

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