domingo, 3 de febrero de 2013

Querido diario




¿Por qué te escribo si no puedes contestar? ¿Acaso te creo "espejo mágico" que puede revelarme la verdad?

Ni poesía ni cuento, apartando los trabajos de la escuela, lo primero que escribí ⎯sin pretensión literaria, claro⎯,  fue un diario. Típico. Mi diario, mi tesoro. En una caja de cartón quedaron los primeros, allá en la casa de mi madre, en la lejana Habana, ah vana nuestra.

Lo insustancial desfila por las páginas de los diarios, pero a la vez se pueden encontrar frases (ideas) que son semillas para gestar cualquier tipo de texto. Otras veces funcionan como máquina del tiempo anímica, los sentimientos se levantan del cuaderno y escenifican algún pasaje de tu vida.

Nunca he sido ordenada, ni escribía con frecuencia diaria, a veces ni siquiera seguía un orden lineal, abría el bloc de notas en cualquier parte y garabateaba. Aún lo hago, quizá como trampa a un lector futuro, para que mi historia nunca nunca llegue a estar del todo legible.

En el fondo escribimos también para que alguien husmee en nuestros textos, para leer y compartir lo que hemos escrito, para reírnos, llorar, y pensar, para encontrarnos y (des)conocernos.

He abierto este blog para que funcione como diario semificticio, quiero obligarme a escribir como si fuera una dieta. No tengo en principio muchas más pretensiones que ejercitar el músculo, soy una fisiculturista verbal. Estoy enferma de texto. Me quiero reencontrar con la que era cuando, sobre la cama de un desvencijado cuarto habanero, escribía como una obsesa. Obesa de palabras. 

Porque escribir me salva, me calma, me sana, me alimenta, me despeja, me alegra, me satisface, me engancha, lo necesito. Es mi fármacon.

«El dios de la escritura es, pues, un dios de la medicina. De la «medicina»: 
a la vez ciencia y droga oculta. Del remedio y del veneno. El dios de la escritura 
es el dios del fármacon.» (‘La farmacia de Platón’, Jacques Derrida)



Escribir un diario es conversar con uno mismo antes que nada. Escribirlo en internet es leerlo en voz alta y que te escuchen los que pasan por la calle.




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